Un grupo de estudiantes latinos se encuentra en una Buenos Aires que se recupera de su crisis económica a mediados de la década del 2000. El encuentro en y con la grande del sur convocará una hecatombe afectiva, sensorial y estética. El tradicional barrio de Flores, antiguamente señorial y ahora territorio ideal para migrantes de toda Sudamérica, dará cabida a su vagabundeo.

Las caminatas, etílicas o nostálgicas, eufóricas o derrotadas, crean un relato que es a la vez una cartografía móvil y un archivo imaginario de todos los otros espacios que atraviesan cualquier experiencia migrante: el país que se dejó, los afectos del pasado, la sorpresa siempre renovada ante los lugares familiares, las distancias que unen esos espacios en tensión…

Personajes que oscilan entre la decadencia y el refinamiento, que habitan los límites –tan simbólicos como reales– de los barrios, las clases sociales y los estratos del pensamiento y las disposiciones del ánimo, despliegan en Pece de la flora una imagen heterogénea pero contundente, al mismo tiempo anacrónica y reconocible, de temas fundamentales como el viaje, el amor, la amistad, el deseo, el dolor, el goce y, de modo intenso, la rareza de la vida.